INCERTIDUMBRE ANTE LAS PEDAGOGÍAS EMERGENTES

La calificada como “revolución tecnológica”, según diferentes indicadores, remueve los cimientos de la sociedad contemporánea.prevalece un discurso en torno a las tecnologías dominado por los dogmatismos, las promesas, las explicaciones causales y anticipación del futuro que luego no coincide del todo con las experiencias de la vida diaria. La lógica que vertebra este discurso descalifica cualquier observación crítica o cuestionamiento que pueda hacerse del modelo social y político en el que se sustenta la citada revolución. 

En cualquier caso, la referida revolución, inspirada por el principio estratégico de la “convergencia” (especialmente en los campos de la informática y las telecomunicaciones), abre nuevas y sorprendentes posibilidades para la acción humana. Aporta inventos que se integran como herramientas de producción a la mayoría de las organizaciones, a la escolar entre ellas.

Es difícil valorar si las TIC provocan o no una revolución en los contextos y en las prácticas de enseñanza, pero sí es obvio que su presencia suscita dudas y zozobra entre los profesionales e interesados por la educación. Coyuntura en la que aparece lo que calificamos como “pedagogías high tech”. Lo cual supone enfrentarse a cuestiones como las siguientes: ¿Cómo afronta la institución estos cambios en la reorganización de los procesos de enseñanza? ¿Las pedagogías emergentes salvaguardan las prácticas y los saberes propios de la vida en colectividad? ¿Por qué despiertan tanta incertidumbre las pedagogías auspiciadas por los cambios tecnológicos más recientes? ¿Acaso las pedagogías high tech no serán otra suerte de creación de la ingeniería especulativa que rodea a las TIC y que tantos quebraderos de cabeza provocan en la actualidad?



CONVERGENCIA TECNOLÒGICA

La convergencia es a la vez causa y efecto de los cambios radicales generados, también durante estas dos últimas décadas, en la organización de la producción y distribución del conocimiento científico. En definitiva, se trata de entramados sumamente complejos que permiten optimizar las sinergias que producen los diferentes agentes, en detrimento de los poderes públicos, implicados en el sistema de ciencia, tecnología e industria. 

La convergencia tecnológica ha logrado reducir a código binario –lo que se viene llamando digitalización- señales de naturaleza muy diferente –voz, sonido, imágenes, textos, dinero, etc. Señala que el concepto clave para entender esta paradigmática innovación tecnológica, es el de ‘convergencia’ por cuanto alude a la relación creativa entre las comunicaciones, la informática y la microelectrónica. De modo que sin caer en ninguna suerte de determinismo tecnológico se puede afirmar que las acciones así mediatizadas acaban conformando en la ciudadanía comportamientos y pensamientos.

La sutil función de mediación que ejercen hoy estas tecnologías integradas, remite a “nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras”. Lo cual contribuye a un “fuerte emborronamiento de las fronteras entre razón e imaginación, saber e información, naturaleza y artificio, arte y ciencia, saber experto y experiencia profana” (Martín-Barbero, 2007: 73). 

El profesor Jenkins (2006) quien plantea la convergencia cultural (convergence culture) como categoría explicativa, ante todo, del proceso que experimentan las sociedades actuales; Sobre esa base la convergencia modifica las relaciones instauradas entre las tecnologías, las industrias, los mercados, los géneros o formatos narrativos y las audiencias. Jenkins recomienda que los usuarios deben aprovechar el poder adquirido en la actual fase de la convergencia para utilizarlo al tiempo como consumidores y como ciudadanos, participando activamente en la cultura democrática. De modo que cabe preguntarse: ¿Cómo se responde desde el ámbito educativo al referido proyecto?


Hace unas semanas aparecía en un periódico el siguiente titular a cuatro columnas: “La UNED apuesta por las prácticas en laboratorios virtuales y remotos”. En la entradilla se aclara que han puesto en marcha una “plataforma que permite a los alumnos utilizar los laboratorios sin desplazarse” y –añade a continuación- este “invento” lo aplican ya siete universidades. En la web oficial de la Universitat de València se anunciaba, a finales de 2008, la puesta en marcha de una plataforma multicanal que integra medios de comunicación audiovisual de referencia académica y universitaria. Por otro lado, la fundación de una multinacional de las telecomunicaciones, publicitaba una de sus actuaciones con el elocuente eslogan: “Una escuela más con internet. Un paso más en la educación a través de las nuevas tecnologías”. Son sólo tres ejemplos, entre otros muchos que se podrían citar, sobre cómo diferentes agentes sociales proyectan públicamente las nuevas prestaciones de las tecnologías con propósitos educativos. Luego el sector de la enseñanza/educación no escapa a la lógica de la referida convergencia tecnológica.

Para Gertrudix Barrio la convergencia tecnológica hace necesaria e ineludible la “adaptación de los procesos de enseñanza/aprendizaje a la Sociedad del siglo XXI, a sus procesos, a sus nuevas costumbres, a los requerimientos vitales de un mundo que ha pautado su forma de conocer y apropiarse de la realidad desde la extensión de estos recursos tecnológicos”. Ante lo cual no queda más opción que considerar la educación, entre otros ámbitos sociales y culturales, como subordinada al destino de la tendencia hegemónica. 

Un dato elocuente de cómo se afianza la convergencia en la educación se descubre al observar la vasta producción de literatura sugiriendo estrategias y datos de campo sobre la migración escolar hacia el universo TIC.


Las pedagogías high tech ganan practicantes al tiempo que afianzan un peculiar “modelo de educación” sin que se haya sometido a debate público. Avanzan estas pedagogías porque aprovechan las sinergias de su entorno aun cuando no contribuyan demasiado a dotar al pensamiento de los aprendices de principios organizadores y aptitudes para identificar problemas que es lo propio de las mentes bien formadas (Morin, 2000).

Las pedagogías high tech hacen lo propio con los aprendices, el profesorado le transfiere competencias y promueve “herramientas para el autocontrol del alumno” (García García, 2006: 15). Es, en definitiva, el aprender a aprender o autoaprendizaje del que tanto se habla ahora. También encarnan la disolución de los límites entre lo público y lo privado.

Los movimientos sociales de hoy se reorganizan al amparo de la fluidez informativa de las TIC, constituyendo “redes de significado” que los dotan de gran autonomía “respecto a las reglas e instituciones sociales” (Castells, 2008: 2). Es sorprendente la celeridad con la que se incorporan en los centros, sobre todo de secundaria, tecnologías antropométricas y de videovigilancia bajo el propósito de la seguridad.

La convergencia concentra sus relatos en formatos para pantallas, lo cual significa que la interfaz tiene un alto componente visual, tanto si el contenido es educativo como si no lo es. Pasamos así del relato oral y escrito al dominio del acústico y visual. En consecuencia, las pedagogías emergentes se adhieren al empleo de los recursos expresivos visuales como los llamados “objetos de aprendizaje” que contradicen el viejo régimen de vedad y de aprender basado en la lectoescritura. Los videojuego son la forma más consolida de fusionar el entretenimiento y la educación, en definitiva, de difundir las pedagogías de alta tecnología. 

No es nuestro papel tratar de adivinar el futuro, por ello en este monográfico presentamos una serie de trabajos con el propósito de invitar a reflexionar sobre el aquí y ahora de una pedagogía subyugada por unas tecnologías que convergen en diseño y funciones hasta convertirse en “extensiones” de las capacidades humanas. 

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